Seguidores

miércoles, 18 de julio de 2012

Ella es capaz de saber que estoy mal aunque no se lo diga, y a través de una pantalla.
Después está ella, que me da un abrazo cuando sonrío por fuera, porque sabe que por dentro lloro.
Luego la que es capaz de llamarme a las dos de la madrugada si sabe que la necesito.
También la que más que mi amiga es mi hermana.
Ella es la que es capaz de hacerme reír diecisiete veces en un solo segundo.
Además está la que me hace feliz, así, simplemente estando conmigo.
Recuerda que hay una a la que se lo cuento TODO, y que cuando me digas "no se lo cuentes a nadie" ella no cuenta.
Después la que lleva conmigo desde siempre, y espero que esté para siempre.
Y sin olvidarnos de la que recorre la vida a mi lado, la que es como una gemela.
También la que no es experta en demostrar que quiere, pero que no por ello me quiere menos, ni yo a ella.
Además la que a lo mejor no está tanto conmigo en las buenas, pero en las malas es de las primeras en venir.
Luego está de la que no podría olvidarme nunca, a pesar de unos putos quinientos kilómetros.
Está también la lerda más lerda de todas, pero sin duda mi favorita.
Si tuviera que esperar hasta que llegara ese príncipe azul que tanto se hace de rogar, sin duda lo esperaría con ella.
¿Amigas? No, no, más bien son joyas.

Echar de menos, la cosa más normal del mundo, ¿no? Todos echamos de menos a alguien, o a algo, esté más cerca o más lejos, haga más o menos tiempo que no lo vemos. Y echar de menos es algo con lo que vives, algo que al principio duele, y al final se convierte en tu rutina, ya ni lo notas, aprendes a despertarte cada mañana y a acostarte cada noche sin eso que no tienes, pero que necesitas contigo. Aprendes a estar bien, a sonreír, aunque sea fingida la sonrisa, y aprendes a aparentar que todo va bien, que si todo el mundo echa de menos a alguien y parece que lo llevan bien porque tú lo ibas a llevar peor, y aunque por dentro te estés muriendo, por fuera no pasa nada. Aprendes a derrumbarte lo menos posible, a no pensarlo mucho, a no darte cuenta de lo lejos que tienes lo que echas de menos, de las pocas posibilidades que tienes de que vuelva a estar ahí contigo. Aprendes a vivir echando de menos, pero siempre acaba doliendo.

martes, 3 de julio de 2012

El que siempre está ahí, el que me hace reír con cualquiera de nuestras tonterías, el que me hace feliz con un "peque" o con un "princesa" porque sabe que me encanta, el que siempre me dejaba ganar en nuestras guerras de caritas, el que me hace llorar, el que es adorable, el que me viola, el que me soporta siempre, el que escucha todas mis chorradas, el que a veces me quiere mucho, y otras veces no me quiere nada. El que siempre se enfada conmigo o yo con él por tonterías, y en menos de un día ya nos hemos pedido perdón. El que en unos años va a ser el tito de mis futuros hijos, el que me va a comprar un palacio en Doñana y va a venir conmigo a Venecia. El que llegó de golpe, como las cosas buenas, y a lo tonto se ha ido haciendo más y más importante. El que me tiene ahí para todo siempre porque se lo ha ganado. El que será lerdo, y un mirón, y un mentiroso algunas veces, pero aún así se hace querer. El que sabe tan bien como yo que los "para siempre" son cosa de dos y que se cumplen si las dos personas quieren.

domingo, 1 de julio de 2012

Que la suerte esté siempre de vuestra parte-

No quiero que se pare, y él no lo hace; me sigue acariciando el pelo hasta que me quedo dormida.
No nos arden los labios de fiebre ni de frío. Es el primer beso que de verdad hace que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Es el primer beso que me hace desear un segundo.
-Peeta, ¿por qué nunca sé cuándo tienes una pesadilla? +Ni idea. Creo que yo no grito, ni me muevo, ni nada. Simplemente me despierto paralizado de terror. -Deberías despertarme- le digo...porque yo interrumpo su sueño dos o tres veces cuando tengo una noche mala hasta que logra calmarme de nuevo. +No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estás a mi lado.
Podrías vivir cien vidas y no ser merecedora de él, ya lo sabes.
Él me rodea con un brazo automáticamente, y yo me siento como si estuviera de nuevo en la cueva, acurrucada a su lado, intentando entrar en calor.
Nadie nos molesta. Hacia el final de la tarde, estoy tumbada con la cabeza en el regazo de Peeta, haciendo una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo, alegando que está practicando sus nudos. Después de un rato, sus manos se quedan quietas: -¿Qué? ― Pregunto. +Desearía poder congelar este momento, justo aquí, justo ahora, y vivir en él para siempre.