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domingo, 1 de julio de 2012

Que la suerte esté siempre de vuestra parte-

No quiero que se pare, y él no lo hace; me sigue acariciando el pelo hasta que me quedo dormida.
No nos arden los labios de fiebre ni de frío. Es el primer beso que de verdad hace que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Es el primer beso que me hace desear un segundo.
-Peeta, ¿por qué nunca sé cuándo tienes una pesadilla? +Ni idea. Creo que yo no grito, ni me muevo, ni nada. Simplemente me despierto paralizado de terror. -Deberías despertarme- le digo...porque yo interrumpo su sueño dos o tres veces cuando tengo una noche mala hasta que logra calmarme de nuevo. +No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estás a mi lado.
Podrías vivir cien vidas y no ser merecedora de él, ya lo sabes.
Él me rodea con un brazo automáticamente, y yo me siento como si estuviera de nuevo en la cueva, acurrucada a su lado, intentando entrar en calor.
Nadie nos molesta. Hacia el final de la tarde, estoy tumbada con la cabeza en el regazo de Peeta, haciendo una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo, alegando que está practicando sus nudos. Después de un rato, sus manos se quedan quietas: -¿Qué? ― Pregunto. +Desearía poder congelar este momento, justo aquí, justo ahora, y vivir en él para siempre.

2 comentarios:

  1. De mis fragmentos favoritos de esa trilogía.
    Acabo de descubrir tu blog y me gusta muchísimo.

    SALudos. (;

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